Carta de agradecimiento de parte del hermano obispo Isauro Covili Linfati a todo el pueblo de Dios de la Diócesis de Iquique.
3 de mayo de 2024
Iquique
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“El Señor que vive Resucitado y Glorioso en medio de su pueblo
les conceda la paz” (Jn. 20,19)
I. Apertura de la carta.
Inicio este saludo lleno de vida a mi querida Diócesis de Iquique, citando a mi hermano capuchino Cardenal Celestino Aós: “Dios es el Dios de las sorpresas y hay que dejarse sorprender por El” (Revista Católica pág. 50, marzo 2024).
Coloco mi enfermedad en el ámbito del Dios sorprendente. La enfermedad nos envuelve en una atmosfera que puede dar lugar a una nueva forma de vivir: más centrados en lo esencial, dispuestos a ejercer la compasión, la solidaridad y la proximidad con otras muchas personas afectadas gravemente por realidades propias. En esta clave creo que, desde una perspectiva de fe cristiana, la alabanza a Dios Creador es también compromiso diario para dignificar la existencia de muchas personas que sufren, y de enfermos, candidatos a la desesperación y exclusión, especialmente los que alargan la lista de espera en la salud pública.
II. Experiencia de enfermedad
La pandemia nos enseñó que el valor de lo vulnerable, de lo frágil, son dimensiones de nuestra naturaleza humana y la necesidad que tenemos unos de otros.
Les comparto que he sido una persona bien sana durante toda mi vida, desde joven, deportista, jugué fútbol, escalé montañas, en los años en la Serena atendí la parroquia en bicicleta y con este mismo instrumento recorría las calles de Santiago en los años de Provincial.
Pero llegó la enfermedad, silenciosa, congénita, que hizo que mis pasos fueran más lentos desde febrero para acá, un poco de cansancio que antes no había experimentado. Después de algunos exámenes la enfermedad hablaba y tenía nombre: Corazón. No estaba bien, se cansaba y había que reparar. En Santiago confirmaron lo mismo. Así que el 19 de abril intervinieron mi falla cardiaca.
En la semana previa me vine a Santiago siendo acogido por mis hermanos franciscanos. Me preparé espiritualmente, celebrando la eucaristía, confesando mis pecados, recibiendo la unción de los enfermos, estaba profundamente confiado en Dios, en la oración de la Iglesia, de mi querida Diócesis, y en el Equipo médico. Puedo manifestarles en verdad que no me asistía ningún temor, abandonado en Dios y que el hiciera su voluntad.
Me acompañaba la Sagrada Escritura en largos momentos de oración comunitaria y personal. En esta última se me regalaban los salmos que les comparto: “Vengan, les contaré lo que el Señor ha hecho conmigo” (Salmo 65,16). “El sana los corazones destrozados, vendas sus heridas” (Salmo 146,3); “Correré por el camino de tus mandatos cuando ensanches mi corazón” (Salmo 118,32). El día antes de mi hospitalización me encontré con el fascinante apóstol Pablo escribiéndole a Timoteo y era como que me las dijera a mí: “Por eso te recuerdo que avives el don de Dios que recibiste, porque el espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza (2Tim 1,6-7) y “Dios se manifiesta en la debilidad” (1Cor 12,8-9).
III. Mirando el futuro con agradecimiento.
La esperanza cristiana fundada en la persona del Resucitado, nos dice que la vida está llena de nuevas oportunidades, y que siempre abre a la libertad. La ignorancia es contraria a la esperanza y a la libertad
Desde mi experiencia de enfermedad, nuevamente he descubierto que lo permanente en la vida cristiana no es la estabilidad, la comodidad, la pasividad, la inercia, el encierro, y menos la muerte, sino que, la vida y el cambio. Mientras escribo la palabra cambio, se me viene a la memoria la canción “cambia todo cambia”, compuesta por el autor chileno Julio Numhauser, en Suecia en 1982, durante su exilio y grabada por Mercedes Sosa, quien la popularizó. Sabemos que la llamada evangélica siempre es a la conversión, al seguimiento de Jesús, a vivir en Comunidad escatología.
“Cristo vino a hacer nuevas todas las cosas”. (Ap. 21,5). Les recuerdo que nuestras Orientaciones Pastorales diocesanas son expresión de lo nuevo y lo está en el librito, hay que ponerlo en la pastoral. Atrévanse, ellas son una de las muchas expresiones de la acción del Espíritu Santo en nuestra Iglesia diocesana.
Como su hermano y Pastor, finalizo estas letras agradeciéndoles desde mi corazón reparado, su oración, preocupación y cercanía. Gracias al Vicario general y de la Pastoral por su generosidad y entrega en mi ausencia. A cada comunidad parroquial con su párroco, y administradoras parroquiales, que Dios bendiga su dedicación diaria para que Jesucristo sea conocido, amado y glorificado.
Que la Virgen del Carmen en La Tirana y san Lorenzo en Tarapacá les guarden siempre.
Me encuentro bien y en recuperación. Unidos en el Señor. Nos vemos pronto.
Les imparto mi bendición.
+ Isauro Covili Linfati, OFM
Obispo de Iquique.
Viernes 3 de mayo 2024.
Fiesta de la Santa Cruz.
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Fuente: Comunicaciones Diócesis de Iquique