“Reyes que venís por ellas, no busquéis estrellas ya, porque donde el sol está no tienen luz las estrellas” (himno I vísperas, oficio de la Epifanía del Señor)
3 de enero de 2025
La Tirana
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Por estos días celebramos con gozo esta hermosa fiesta de la Epifanía del Señor, la Pascua de los Negros como le llamamos cariñosamente en “nuestra lengua nortina”. En ella, se unen a nuestros sentimientos las costumbres atesoradas por nuestros ancestros: la de peregrinar a los pueblos y santuarios que con devoción se engalanan con canto, música, danza de pastores, peras de pascua y chicha, las golosinas forman parte de nuestras manifestaciones que pareciera nos acercan a la infancia de nuestra historia personal. Claramente estos y muchos otros elementos religiosos y culturales configuran un tiempo de fiesta que nos remontan a antaño y que nos descubren en la necesaria búsqueda de trascendencia que cada ser esencialmente vive. Estamos frente a la fiesta de un niño, pero un Niño que es Dios, que es “Emanuelito”-Dios con nosotros-que sale al encuentro generoso de la humanidad toda, que se manifiesta como sol resplandeciente. Son tiempos de historia sagrada que se realizan una vez más con nuestra presencia, con nuestra disponibilidad de hacer fiesta de encuentro, y sin duda alguna, historia sagrada donde Dios haciéndose pequeño nos engrandece con la invitación a emular su propio abajamiento. Importante es descubrirnos además en un tiempo de jubileo universal, el que nos invita a ser “peregrinos de esperanza”, la que se construye en camino compartido, en camino desprendido, en camino sinodal.
Los reyes magos que tradicionalmente aquí en el pueblo de La Tirana y en muchos otros lugares adquieren un protagonismo natural en nuestra celebración de Epifanía, son el signo evidente de la universalidad de la Salvación. La Iglesia descubre en su paso por la gruta de Belén a toda la humanidad sin distinción de lengua, de raza, ni de nación extranjera. En ellos-los magos de oriente-nos reflejamos todos nosotros como pueblo destinatario de la misericordia de un Dios que no viene solo por un pueblo determinado, antes bien, en ellos, en los reyes de oriente, nos descubrimos todos como Nación Santa que, en Cristo, ya luego por su Pasión, Muerte y Resurrección adquirimos esa promesa de predilección otorgada por el Padre.
La liturgia de las horas, en particular el Himno de las primeras vísperas de Epifanía, nos referencian otro elemento importante: la luz, las estrellas, el sol. Es impresionante no solo la belleza de sus versos, sino más bien el mensaje potente al que desde el canto se nos invita a despertar. Utilizo la palabra despertar ciertamente ante la posibilidad de vivir una vida en permanente soñolencia de búsquedas extraviadas: ” No busquéis estrellas ya...”
Es inevitable en estos días preguntarnos: ¿qué busco? El autor de este himno nos otorga una verdad inmensa, la de dejar de buscar estrellas porque, donde está el Sol no hay lugar a las estrellas. La luminosidad del Sol que nace de lo alto-Cristo-es inigualable. Éste símil que nos propone el himno nos da una gran luz. Entonces las lícitas y desafiantes preguntas que podemos asumir cada cual, puede ser determinante para la vida.
Hoy la pregunta en sí misma no es nueva, pero la referencia de búsqueda y de seguimiento de los reyes magos nos reportan nuevas interrogantes. Hoy podríamos preguntarnos como peregrino, como danzante, como dirigente, como alférez, como cura, diácono u obispo, como religioso o religiosa, como papá y mamá, como abuelo, como trabajador y vecino, como servidor público e incluso como persona no creyente, todos podríamos preguntarnos por estos días: ¿Cuáles son mis búsquedas con las que gasto mi vida?
Como Iglesia de Iquique, así como los sabios de oriente, esta se puso en marcha en busca de orientaciones que nos permitieran tener esas luces para descubrir voluntad de Dios en el caminar peregrino. Una búsqueda llena de esperanza. Nos sabíamos buscando el querer de Dios. Creo firmemente que el esfuerzo dedicado en esta búsqueda dio fruto, encontró ese Belén luminoso que hoy son para nosotros Orientaciones Pastorales para el caminar, y junto con el asombro que provoca leerlas con espíritu sinodal, también impacta las resistencias que encontramos en nuestras propias filas. Sí, resistencia a líneas que, aun no siendo rígidas, pues deben ser permanentemente leídas en apertura de signo de tiempo, éstas siguen siendo letra muerta en la necesaria articulación de nuestro proceder; se convierten (la articulación del proceder) en esfuerzo vano como estrellas que intentan brillar de día teniendo al Sol entre nosotros. Podemos situarnos como esos sabios de oriente, que seguían una estrella, y que pudiendo seguir de largo sin reconocer el resplandor del Mesías en la pobreza de una cueva, sin embargo, descubren en ese niño frágil, la certeza absoluta de su búsqueda, poniendo en el centro a Jesús en el acto de presentar sus dones del oro, la mirra y el incienso. JESUS es a quien buscan, y hoy nos toca a cada uno poner a Jesús en el centro de la vida y de la pastoral. Cuánto riesgo puede haber en convertir nuestras organizaciones, capillas y pastorales, parroquias y santuarios, fiestas y peregrinajes en expresiones superficiales que no calan en lo hondo de nuestra existencia, ni mucho menos nos abren al testimonial referente del bien-hacer cotidiano. Tenemos el desafío de vivenciar en tiempos sagrados, nuestra experiencia de Dios y con Dios, pero todavía más, el desafío que urge es “bajar de la montaña” a nuestras relaciones cotidianas de familia, sociedad, de trabajo encarnando vivencialmente, la presencia del Emmanuelito con la consecuencia de nuestras vidas a la luz de la fe.
En esta hermosa fiesta rogamos al que es “Sol que viene de lo alto”, ilumine con potencia nuestras oscuridades, esas que nacen de nuestras búsquedas asociadas a egos personales, frustraciones, proyectos personales y ensimismadas y profundamente clericalistas. Es fácil reconocer el síntoma de oscuridad, en esos espacios donde no entra la fuerza del evangelio que es buena noticia, es de instinto natural reconocer lo que no anda bien; más doloroso aún cuando callamos y normalizamos lo que no es correcto, cuando se falta a la verdad, cuando se niega lo que es evidente, cuando no se reconoce lo que es justo, cuando se niega la dignidad al otro y se desconoce lo que es de bien. La negación de estas verdades muchas veces adheridas a la arbitrariedad del poder, nos hacen daño, dejan en evidencia cuales son nuestras verdaderas búsquedas y solo construyen vacíos existenciales que arriesgan con preparar caminos a pérdida de nuestras queridas y ancestrales costumbres celebrativas.
Hoy la Iglesia grita poner en el centro al “DIOS con nosotros”, que reconociéndolo en estos tiempos, particularmente entre los adultos mayores, los jóvenes, las familias, todos ellos con una adecuada preparación, construyendo y promoviendo siempre espacios seguros y de buen trato, nos encontremos todos llanos a una verdadera conversión pastoral con gestos y actitudes concretas, que vincule verdaderamente a los laicos en la toma de decisiones, y no solo de modo aparente o estético, sino de modo real , con participación y consultas concretas en los consejos pastorales, construyendo verdaderos consejos económicos que no caminen al filo del precipicio del conflicto de interés. En todo ello y más que sea el Emmanuelito quien con la ternura de un Dios que se abaja, nos permita iluminar, poniéndolo en el centro.
Rezamos por estos días en la misa de Epifanía;
“Señor, tú que manifestaste a tu Hijo en este día a todas las naciones por medio de una estrella, concédenos a los que ya te conocemos por la fe, llegar a contemplar cara a cara, la hermosura infinita de tu gloria”.
Hermanos, no olvidemos nunca que, siendo peregrinos en la temporalidad de nuestra vida, buscamos ir a la contemplación infinita del cielo prometido, esa es nuestra meta y a ella debemos correr con nuestra vida, por lo que el quehacer de nuestras relaciones y proyectos deben apuntar a ese cara a cara con el que es misericordia infinita. Esta conciencia será el guardián de nuestro actuar que enmendará lo que está torcido. Construyamos aquí ese cielo prometido que es reino de Dios con el buen actuar de nuestra existencia terrenal.
Que, entre danzas y pastores, música y canto, servicio y tarea compartida nos descubramos como hermanos de la dulce mirada de un Niño que nos viene a salvar. Pongamos luz donde no la hay, trasparencia donde todo se ve oculto, propiciemos espacios amables y seguros, pongamos confianza donde esta se ha perdido, animemos participación donde solo unos pocos tienen espacio, que el camino sinodal al que todos somos convocados abra sendas al Emmanuelito que nos nace y se manifiesta para todos sin distinción.
DP Sergio Fernández D.
Diácono permanente del Santuario del Carmen de la Tirana
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Fuente: DP Sergio Fernández D.